Desde hace más de 10 años, especialistas de la Agencia de Extensión Rural de INTA Delta Frontal, acompañan a las familias productoras de hongos en la búsqueda de alternativas productivas agroecológicas para este alimento. Con el objetivo fomentar la producción y la comercialización, se creó el grupo “La Funga Delta”, un trabajo en conjunto que potencia el agregado de valor de los hongos comestibles y medicinales y el fortalecimiento de las unidades productivas.
Los hongos -unas de las primeras especies que colonizaron la tierra- cumplen un papel fundamente en el ecosistema ya que son los principales agentes de descomposición de materia orgánica y del reciclaje de nutrientes, además de fuentes de alimentación de animales vertebrados e invertebrados, entre tantas funciones. En la actualidad, existen aproximadamente 100 mil especies de las cuales solo el 10 % son comestibles. Conocidos desde la antigüedad, han estado presentes en la alimentación humana desde ese entonces.
Martin Diano -especialista del INTA Delta Frontal- explicó que, desde la Agencia, se llevaron a cabo diferentes iniciativas a las familias productores de hongos con el objetivo de potenciar la producción. “Se dictaron cursos en centros de formación profesional, capacitaciones, charlas técnicas, jornadas de producción e identificación de hongos silvestres, participación en convenciones internacionales, compras comunitarias, asesoramiento a emprendedores y vínculos con centros especializados y proveedores”, puntualizó.
En 2022, gracias al programa Cambio Rural, se formó el grupo “La Funga Delta”, con aquellas familias productoras interesadas en potenciar y aumentar la producción y avanzar hacia una escala comercial. Diano explicó que “se creó un plan de trabajo grupal con un enfoque en la formación, en la producción de diferentes especies de hongos, el valor agregado de los hongos comestibles y medicinales y la búsqueda de fuentes de financiamiento para fortalecer las unidades productoras e incorporar mejores y equipamiento para el grupo”.
El grupo se enfoca, principalmente, en el cultivo de hongos sobre sustratos en lugar de troncos. “Aunque requiere más trabajo, esta práctica ofrece ventajas como la previsibilidad del cultivo y la duración del ciclo productivo”, explicó Diano, y agregó que se para esto, se utilizan sustratos formulados a base de virutas de aserraderos con maderas no tratadas, principalmente sauces y álamos que son abundantes en la región.
“También utilizamos virutas y aserrín de maderas más duras, como eucaliptus, dependiendo de la especie de hongo a cultivar. El proceso de producción consta de varias etapas, como la multiplicación del micelio, la selección y pasteurización del sustrato, la inoculación, la incubación, la inducción y la producción de esporomas”, detalló el especialista.
También indicó que cada etapa del proceso requiere condiciones ambientales específicas: “La temperatura, la humedad, la aireación y la luminosidad son fundamentales para el éxito de la producción”.
Una vez completadas estas etapas, se obtienen los hongos que se pueden conservar refrigerados para su comercialización fresca o procesarlos, como deshidratarlos o hacer conservas -en el caso de los comestibles- y deshidratarlos o hacer extractos -en el caso de los medicinales-.
Todo el proceso de producción de los hongos se realiza con una perspectiva agroecológica, priorizando el cuidado del medio ambiente y el comercio justo. Se seleccionan las cepas adecuadas, el sustrato se trata mediante temperaturas controladas y se adaptada el ambiente para mantener a las plagas alejadas. “En ninguna etapa del proceso utilizamos agroquímicos. Los residuos de la producción son excelentes para enriquecer el compost y proporcionar nutrientes aprovechables por las plantas”, enfatizó Diano.
“Los hongos desempeñan un papel crucial como degradadores de la materia orgánica, transformando moléculas complejas en sustancias simples que vuelven a estar disponibles para continuar el ciclo de la vida”, puntualizó el especialista y agregó: “Nuestro sistema productivo de hongos se basa en aprovechar los residuos de la industria forestal y transformarlos en alimentos de alto valor nutricional y medicinal a través de una tecnología de procesos que requiere un bajo consumo de energía y agua”.
En relación con los aportes del INTA, Diano explicó que el impacto que tuvieron fue muy significativo, sobre todo en la comercialización de los hongos. El equipamiento y las herramientas adquiridas permitieron aumentar la escala de producción primaria y la elaboración de productos”, indicó Diano, y agregó: “También hemos mejorado la capacidad de autoproducción de micelio de diferentes cepas, bolsas de cultivo incubadas y productos elaborados. Además, hemos ampliado nuestra capacidad de autoabastecimiento de insumos y hemos comenzado a ofrecer productos a una mayor escala”.